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Estudio sobre ansiedad revela que el 91 % de las preocupaciones registradas nunca llegan a materializarse

Estudio sobre ansiedad revela que el 91 % de las preocupaciones registradas nunca llegan a materializarse

NUEVA YORK,EE.UU./ AGENCIA CNN.- Una investigación realizada en personas con trastorno de ansiedad generalizada (TAG) concluyó que cerca del 91 % de las preocupaciones registradas nunca llegaron a materializarse. Además, cuando los temores sí se concretaron, el desenlace fue, en la mayoría de los casos, menos grave de lo anticipado por quienes los experimentaban.

El estudio se suma a una serie de investigaciones que han analizado la presencia de miedos irracionales en la población. Aunque estos trabajos suelen recibir críticas por utilizar muestras clínicas o por la definición subjetiva del concepto de “irracional”, sus resultados coinciden en un punto central: la mente humana tiende a sobreestimar los escenarios negativos.

Desde la psicología, este patrón se explica a través del llamado sesgo de negatividad, una tendencia cognitiva que lleva a las personas a prestar mayor atención a estímulos adversos y a procesarlos con más intensidad que los positivos. Este fenómeno no es fortuito, sino que responde a mecanismos evolutivos profundamente arraigados.

En contextos ancestrales, donde los seres humanos enfrentaban amenazas constantes, como depredadores o cambios ambientales abruptos, la capacidad de anticipar peligros aumentaba las probabilidades de supervivencia. Detectar el riesgo antes de que ocurriera era, entonces, una ventaja adaptativa clave.

A nivel neurobiológico, el miedo está mediado principalmente por la amígdala, una estructura cerebral encargada de procesar estímulos emocionales y activar respuestas rápidas frente a posibles amenazas. Esta reacción suele producirse antes de que intervenga la corteza prefrontal, responsable del control racional y la regulación de las emociones.

Si bien este sistema de alerta fue funcional en el pasado, hoy puede volverse disfuncional. En entornos modernos, generalmente más seguros, la hipervigilancia constante puede derivar en estrés crónico, elevación de cortisol y un impacto negativo en la memoria, además de aumentar la vulnerabilidad a trastornos de ansiedad y depresión.

Los expertos advierten que comprender estos procesos resulta clave para abordar el sufrimiento psicológico contemporáneo y diferenciar entre riesgos reales y amenazas construidas por la anticipación excesiva del cerebro.

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