En este estudio en particular, señala, «estábamos interesados en identificar nuevos determinantes ambientales de la variabilidad inmunológica».
Los investigadores obtuvieron sangre de los mil donantes saludables y la estimulamos en 12 condiciones diferentes con agonistas inmunológicos, incluidos componentes microbianos y mediadores inmunológicos. En concreto se evaluaron 13 citocinas.
Para abordar el papel de la asociación ambiental, los investigadores integraron este conjunto de datos con un informe de casos, que se basó en un cuestionario sobren un total de 136 factores diferentes que abarcaban estilo de vida, factores socioeconómicos, hábitos alimenticios, etc.
Tres factores
Y gracias a esta información el equipo identificó tres factores principales que explicaban la variabilidad en las respuestas inmunológicas, además de la edad, el sexo y la genética. Esos eran el consumo de tabaco, el IMC (índice de masa corporal) e infección latente por citomegalovirus, que es un virus herpes común en la población.
Entre los factores ambientales estudiados, se demostró que fumar tenía la mayor influencia en las respuestas inmunológicas. Así, explica Duffy, «afectó tanto a la inmunidad innata como a la adaptativa».
El análisis de los datos mostró que en los fumadores se intensificaba la respuesta inflamatoria que se desencadena inmediatamente con la infección por un patógeno y, además, se alteraba la actividad de determinadas células implicadas en la memoria inmunitaria.
En otras palabras, este estudio muestra que fumar altera no sólo los mecanismos inmunitarios innatos, sino también algunos mecanismos inmunitarios adaptativos. «Una comparación de las respuestas inmunitarias en fumadores y exfumadores reveló que la respuesta inflamatoria volvió a niveles normales rápidamente después de dejar de fumar, mientras que el impacto sobre la inmunidad adaptativa persistió durante 10 a 15 años», observa Duffy. «Esta es la primera vez que se ha podido demostrar la influencia a largo plazo del tabaquismo en las respuestas inmunitarias».
El descubrimiento principal de nuestro estudio es que fumar tiene consecuencias a corto plazo, pero también a largo plazo, en el sistema inmune
Darragh Duffy
Instituto Pasteur
«Lo más interesante es que, cuando profundizamos aún más en el análisis y observamos el efecto de fumar, pudimos ver que el efecto del tabaquismo en las respuestas inflamatorias a la estimulación bacteriana se perdía cuando las personas dejaban de fumar. En contraste, el efecto en la respuesta de las células T se mantenía durante muchos años después de que las personas dejaban de fumar», detalla Duffy.
«El descubrimiento principal de nuestro estudio es que fumar tiene consecuencias a corto plazo, pero también a largo plazo, en el sistema inmune», destaca Violaine Saint-Andre, investigadora del Instituto Pasteur.
Hemos visto, continua la científica, «que los efectos de fumar a largo plazo en la inmunidad adaptativa están asociados con las células B y las células T reguladoras, así como con cambios epigenéticos. De hecho, observamos que el efecto del tabaquismo en los niveles de citocinas después de la estimulación de las células T está vinculado a los niveles de metilación del ADN en la cercanía de los genes que codifican activadores de señales trans o reguladores del metabolismo. Hay más metilación en los genes de fumadores actuales y pasados en comparación con los no fumadores, y esto se correlaciona con el número de años que las personas fumaron y el número total de cigarrillos que fumaron».
Cambios epigenéticos
Nuestro estudio, agrega Saint-Andre, «muestra cómo los factores ambientales pueden tener consecuencias a largo plazo a través de modificaciones epigenéticas que pueden afectar la expresión de genes específicos, lo que lleva a respuestas inmunológicas alteradas durante años de exposición.
Por ello, continúa, «además de tener un interés obvio en dejar de fumar lo antes posible, el mensaje clave de nuestro estudio, especialmente para los jóvenes, es que no empezar a fumar nunca puede ser muy beneficioso para la inmunidad a largo plazo».
Para Duffy, la parte realmente novedosa es este «efecto a largo plazo en la inmunidad funcional, en particular en las células T, y el impacto inquietante del tabaquismo, además de todas las consecuencias conocidas en términos de riesgo de cáncer, sobre las células de memoria a largo plazo y alterando su función, de modo que tienen una respuesta alterada en comparación con los no fumadores».
El mensaje clave de nuestro estudio, especialmente para los jóvenes, es que no empezar a fumar nunca puede ser muy beneficioso para la inmunidad a largo plazo
Violaine Saint-Andre
Instituto Pasteur
En declaraciones a Science Media Centre, Ignacio J. Molina, de la Universidad de Granada e investigador en el Centro de Investigación Biomédica de Granada, el artículo demuestra que el tabaquismo altera sustancialmente la respuesta inmunitaria, tanto inespecífica como específica. «Es muy sorprendente que, mientras que las alteraciones producidas en la respuesta inespecífica revierten tras abandonar este hábito, alcanzando así la normalidad, los importantes cambios observados en la respuesta específica se mantienen durante años después de dejar de fumar».
Explica que el trabajo demuestra, además, «que estos cambios son la consecuencia de modificaciones inducidas por el tabaco en los mecanismos de regulación de importantes genes del sistema inmunitario, y si el tabaco afectase de manera parecida a la regulación de otros genes distintos a los estudiados, ello podría explicar por qué el tabaco es un factor de riesgo tan importante en el desarrollo de tumores en órganos distintos al pulmón».
En este sentido, Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) y director científico del Instituto de Investigación Sanitaria Valdecilla (IDIVAL) afirma que el trabajo «ayuda a explicar posibles alteraciones en la respuesta inmunitaria que vemos frecuentemente en la clínica de los fumadores (y habitualmente con sobrepeso) que llegan al entorno de los 60 años con sospecha de inmunodeficiencia secundaria al tabaquismo en el contexto de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y donde se ve con relativa frecuencia una hipogammaglobulinemia [baja concentración de anticuerpos]».
El estudio también encontró que el IMC y el citomegalovirus tienen efectos destacados en la secreción de citocinas, pero la variabilidad asociada con el tabaquismo alcanza niveles equivalentes a los vinculados con factores que no podemos cambiar, como la edad, el sexo y la genética.
Tabaco pasivo
En cuanto al tabaco pasivo, aunque en el estudio se contemplaba dicha variable y no se asoció con ninguna diferencia en la secreción de citocinas después de la estimulación, los autores reconocen que no se pueden extraer conclusiones, y tampoco de los efectos de la contaminación.
Duffy y colegas reconocen algunas limitaciones en su estudio, como la ausencia de un grupo de replicación y la diversidad genética limitada en los individuos estudiados.
El mensaje sigue siendo claro: el mejor momento para dejar de fumar es ahora
Darragh Duffy Instituto Pasteur
Sin embargo, los hallazgos brindan nuevas perspectivas sobre los impactos del tabaquismo en la salud humana y ayudan a comprender el papel que tienen los factores ambientales modificables en la variabilidad de la respuesta inmunológica.
Estos hallazgos proporcionan «una base científica para promover aún más el no fumar y un estilo de vida saludable», señala un comentario que acompaña al artículo.
El tabaquismo afecta de múltiples maneras, y ahora, concluye Duffy, «hemos añadido una nueva capa de comprensión de cómo puede tener consecuencias negativas para la salud. El mensaje sigue siendo claro: el mejor momento para dejar de fumar es ahora, y también afecta a la cantidad de cigarrillos que se fuman. Reducir cualquier cantidad sigue siendo beneficioso en términos de este impacto».